Una plataforma para los guardianes indígenas de la naturaleza
Sarah Shenker, investigadora de Survival, habla de su visita a los Guardianes Guajajaras, un grupo de indígenas en Brasil que luchan por proteger la selva y a una tribu aislada de los madereros
“Nosotros estamos aquí”, dice Olimpio mirando directamente a la cámara, “ (…) monitorizando la tierra y defendiendo a los indígenas aislados y a los guajajaras que viven aquí. ¿Por qué? Porque hay ciertas personas, algunos antropólogos de otros países, que quieren violar una vez más los derechos de los indígenas aislados de nuestro país.”
Olimpio permanece tranquilo, pero puedes sentir la tensión cuando continúa hablando.
“Nosotros estamos al tanto de que algunos antropólogos quieren establecer un ‘contacto controlado’ con los indígenas aislados (…) Nosotros no vamos a dejar que esto pase. Porque eso sería otro genocidio.”
Olimpio es uno de los líderes de un grupo llamado los “Guardianes Guajajaras”, hombres de la tribu guajajara del estado brasileño de Marañón que han decidido actuar por su cuenta para proteger lo que queda de este borde nororiental de selva amazónica, a los cientos de familias guajajaras que viven en ella y a sus vecinos, con diferencia menos numerosos: los indígenas awás, algunos de los cuales son no contactados.
Los pueblos indígenas aislados son los más vulnerables del planeta, y los guajajaras son plenamente conscientes de ello. Poblaciones enteras están siendo exterminadas por la violencia ejercida por los foráneos que les arrebatan sus tierras y recursos, y por enfermedades como la gripe y el sarampión frente a las que no tienen inmunidad. Los guajajaras saben que la destrucción de la selva, que los awás han cuidado durante generaciones y de la que dependen, será la perdición tanto para los awás como para los guajajaras. Todos los pueblos indígenas aislados se enfrentan a una catástrofe a menos que su tierra sea protegida. Sin ella, los awás sencillamente no sobrevivirán.
Las imágenes de satélite son alarmantes: en este rincón de la Amazonia el territorio Arariboia es una isla verde en medio de un mar de deforestación que ha sido saqueado por su mineral de hierro, surcado por carreteras y vías ferroviarias y talado por sus preciadas maderas nobles.
Los awás nómadas no contactados viven en una pequeña colina en el centro de esta “isla”, donde cazan, pescan y recolectan frutas y bayas. Allí la cubierta forestal es más densa que en la parte baja. Tras siglos de invasión, la colina de los awás aislados se ha convertido en su refugio. Actualmente ya no suman más que varias docenas de personas.
Al mirar arriba, hacia la selva de los awás no contactados de Arariboia, me impresionó ver que realmente viven al límite. A pesar de las invasiones, del expolio de sus tierras y de violencia genocida, se aferran a la existencia contra todo pronóstico. Evitar su aniquilación es cuestión de ahora o nunca.
Fui allí para conocer de cerca la labor de los Guardianes Guajajaras y dotarles de equipos de telecomunicaciones en el marco del proyecto Voz indígena de Survival International. Este proyecto permite a los pueblos indígenas enviar mensajes de vídeo desde lugares remotos a todo el mundo en tiempo real y es uno de los modos en que trabajamos en colaboración con ellos y les damos una plataforma desde la cual dirigirse al mundo. Estaban entusiasmados con las posibilidades que el proyecto puede brindarles, al permitirles denunciar la tala u otros ataques en Arariboia y compartir información de sus expediciones para proteger a sus vecinos awás.
Sin embargo, lo primero que Olimpio decidió grabar fue una denuncia contra dos académicos estadounidenses, Kim Hill y Robert Walker, rechazando taxativamente su propuesta de forzar el contacto con tribus no contactadas.
“Sería otro genocidio dentro de un pueblo (…), de un grupo indígena que no quiere contacto, ni con nosotros ni con los no indígenas”, dijo. Y su firmeza impresiona, la verdad.
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En buena parte de la región de Marañón una no se siente en la Amazonia. El estado limita con la costa noreste de Brasil y se expande por el sur hasta la cuenca del Amazonas, pero no se ven esos bosques frondosos que solemos imaginar cuando pensamos en la selva tropical más grande del mundo. En su lugar, gran parte del territorio se ha entregado a la agricultura en forma de haciendas ganaderas y plantaciones, o ha sido abandonado después de que los madereros arrasaran con todo y se marchasen a otro lugar.
Después de recorrer en coche incontables kilómetros de pastos de un marrón descolorido es refrescante llegar a Arariboia. En este territorio indígena viven los guajajaras y los awás. Arariboia y otros territorios indígenas de la región son prácticamente las únicas zonas que quedan de auténtica selva en el estado. Al principio no se aprecian muchas diferencias al penetrar en territorio indígena; no en vano el año pasado una gran extensión selvática fue devastada por los incendios, presuntamente provocados por la poderosa mafia maderera de la región. Pero a medida que te adentras, te invade la sensación de encontrarte en una isla de exuberante follaje en medio de la destrucción, tan habitual en esta parte de Brasil.
A pesar de que la ley brasileña prohíbe estrictamente a los foráneos talar árboles en los territorios indígenas, aquí y en otras partes de la Amazonia los madereros la incumplen impunemente de forma constante. Durante el viaje hacia Arariboia nos cruzamos con docenas de madereros con sus camiones cargados hasta arriba de troncos talados ilegalmente. Fotografié un camión conducido por dos hombres jóvenes que parecían especialmente contentos con su botín y enseguida me di cuenta de que no les importaba. No intentan ocultar sus rostros ni sus actividades, pues saben que el gobierno local, en gran parte controlado por las mafias que controlan este negocio, hará la vista gorda.
Sin embargo, las bandas de madereros tienen más dificultades que nunca para operar en Arariboia. Los Guardianes, medio centenar de personas, patrullan la selva, monitorean, mantienen los ojos bien abiertos e informan a las autoridades. Lo hacen por turnos, en su tiempo libre, y solo esporádicamente reciben apoyo económico y logístico del Gobierno brasileño, pese a su compromiso formal de proteger la selva tropical y los derechos de los indígenas. El trabajo exige muchas horas de dedicación, excesivo para un pequeño grupo de voluntarios comprometidos. Además es peligroso: este año ya han sido asesinados cuatro guajajaras, entre ellos un guardián.
¿Por qué lo hacen entonces? Al principio me costó comprenderlo. Los madereros suelen intimidar y matar a los indígenas, así que muchos se sienten forzados a aceptar en silencio a los madereros y sus actividades. Por desgracia, en esta parte de Brasil muchos guajajaras también colaboran con los madereros con la esperanza de ganar algún dinero con el comercio, que consideran imparable. Alienados, amenazados y marginados como están en una sociedad que apenas los acepta, la motivación de los Guardianes Guajajaras para su misión autoimpuesta de vigilancia no se entiende a simple vista.
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Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba con los guajajaras en Arariboia, todo parecía cobrar más sentido. Miembros de la tribu que habitan en el centro de su tierra, muy cerca de la colina de los awás, están menos integrados en la sociedad mayoritaria brasileña establecida y se sienten más vinculados a sus modos de vida comunitarios. Prosperan en la selva, la conocen como la palma de su mano y practican los rituales guajajaras.
Durante mi estancia pude asistir a uno de estos rituales: la ceremonia de mayoría de edad de una mujer guajajara. La tribu considera la primera menstruación un momento sumamente significativo, que marca el paso a la edad adulta, y se celebra en comunidad. La joven pasó una semana viviendo en una pequeña cabaña cubierta por un techo de hojas de palmera y atendida por mujeres de la familia que le llevaban comida. Sin embargo, en vez de un aislamiento solemne, el rito de la mayoría de edad es una gran fiesta, y las guajajaras a menudo cantan y bailan, pintan sus rostros y celebran la reciente madurez de la joven. Los hombres de la aldea, pese a que no tienen permitido el acceso a la cabaña, acuden a menudo, se quedan cerca de la entrada y cantan con ellas.
Esta experiencia me permitió contextualizar el deseo de los Guardianes de proteger su selva y a los pueblos indígenas vecinos. Para ellos, Arariboia no es un recurso que convenga explotar en nombre del “progreso” y de la “civilización”, sino que es fundamental para su identidad. Están muy orgullosos de su tierra y de proteger lo que queda de ella, con la que mantienen un profundo sentimiento de unión.
“No les pueden quitar la tierra”, me dijo otro de los Guardianes Guajajaras, indignado, mientras caminábamos por la selva cerca de una de las zonas de tala. “Ni pueden echarlos de su tierra”; señalaba la colina de los awás, que se alza rodeada de matorrales y bosque menos denso, y que hacen de ella un punto de referencia en el paisaje. Los awás no contactados que viven allí han manifestado su deseo de seguir aislados, y los guajajaras quieren que ese deseo se respete.
Algunos piensan que la larga batalla de siglos por la supervivencia entre pueblos indígenas de la Amazonia y los colonizadores que la explotan es un caso perdido. Otros, como los antropólogos estadounidenses que los guajajaras quisieron refutar, consideran que el contacto es inevitable y que los pueblos indígenas aislados están condenados. La deforestación continuará, dicen, de modo que los pueblos indígenas tendrán que integrarse en la sociedad mayoritaria brasileña o de lo contrario desaparecerán.
Los Guardianes Guajajaras lo ven de otra manera. Saben lo que el contacto, el “desarrollo” y el “progreso” pueden significar para los pueblos indígenas. Han presenciado la destrucción de más y más selva, de la que sus ancestros dependieron y cuidaron durante generaciones. Y están dispuestos a resistir intensificando sus expediciones de protección de la tierra, con las que están consiguiendo mantener alejados a los madereros de algunas zonas clave, compartiendo sus preocupaciones con el mundo y logrando respaldo internacional.
Para cualquier pueblo indígena, la tierra es crucial para su supervivencia. Estamos haciendo todo lo que podemos para garantizar dicha protección y para que tengan la oportunidad de decidir su propio futuro.
Este es el motivo por el que Survival está proporcionando a los guajajaras y a otros pueblos indígenas equipos de comunicación, para que puedan dirigirse al mundo en tiempo real.
Su comprensión del mundo es tan válida como cualquier otra y tienen valiosos y reveladores conocimientos que aportar sobre casi cualquier aspecto de la vida actual. No solo son los mejores conservacionistas y guardianes del mundo natural, sino que también están al frente en la lucha por los derechos humanos y la autodeterminación. Quizás es hora de escucharles.
Sarah Shenker en una conversación con su compañero de Survival, Lewis Evans
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Notas:
- Todos los vídeos de Voz indígena pueden visualizarse en castellano en el Canal YouTube de Survival.
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