Antes del contacto: a la fuga
Indígenas ayoreo no contactados en Paraguay
Un número desconocido de indígenas ayoreo vive de manera aislada en el Chaco paraguayo, una vasta extensión de bosque bajo que se extiende al sur de la cuenca amazónica. Parojnai [pronunciado Pau-jai] Picanerai, su esposa Ibore y sus cinco hijos llevaban huyendo muchos años. El área de bosque que llamaban su hogar se había ido reduciendo y haciéndose menos segura. Los terratenientes compraban su bosque y deforestaban la tierra con excavadoras, en flagrante violación de las leyes nacionales e internacionales.
Las constantes incursiones de no indígenas obligaron a Parojnai y a su familia a trasladarse continuamente. Cada traslado implicaba la pérdida de las cosechas que habían plantado, y a menudo la de sus preciosas pertenencias como cazuelas y herramientas. Éstas son las palabras de Parojnai:
“Oímos el ruido de la topadora [excavadora]. Tuvimos que salir corriendo inmediatamente, pero afortunadamente pudimos llevarnos todas nuestras cosas.
‘Pasamos la noche en el monte, pero nos levantamos antes del amanecer porque teníamos miedo, y cuando nos levantábamos oímos el ruido de la topadora otra vez.
‘Empezó a acercarse a nosotros. Mi esposa tuvo que dejar el fruto del najnuñane [algarrobo] que ya había recolectado. Tuvimos que dejar algunas otras cosas también para poder correr más rápido para escapar de la topadora.
‘Corrimos de un lado a otro. Parecía como si la topadora nos persiguiera. Tuve que dejar mis herramientas, mi arco, mi cuerda, para correr más rápido. Al final, la topadora se marchó en otra dirección. Yo encontré un tronco con un panal y me llevé la miel.
‘Pensábamos que la topadora podía vernos. Habíamos plantado muchos cultivos en la chacra [melón, habas, calabaza y maíz] porque era verano. Pensábamos que la topadora vio la chacra y vino para comer las frutas y a nosotros también. La topadora abrió un camino justo al lado de nuestra chacra. Por eso tuvimos tanto miedo de la topadora.
‘Siempre hemos visto aviones, pero no sabíamos que era algo útil para los cojñone [blancos, literalmente gente extraña]. También vimos unas nubes largas detrás de los aviones, que nos asustaban porque pensábamos que algo nos podría caer encima. Cuando veíamos estos grandes aviones con el humo blanco detrás, pensábamos que eran estrellas.’