Nitassinan: tras las huellas de los ancestros innus
En febrero de 2012, Survival International se unió a un grupo de caminantes innus en un viaje a través de su territorio ancestral en el noreste de Canadá.
Hace tan solo 50 años, los innus aún eran cazadores-recolectores nómadas.
© Katie Rich
Durante los inviernos subárticos, cuando los ríos de Nitassinan, su tierra ancestral, se helaban, los innus se ponían su calzado de nieve y recorrían el interior en busca de caribúes migrantes. En los meses de verano, cuando el hielo se derretía, viajaban en canoas de corteza de abedul hechas a mano hasta la costa atlántica.
En las décadas de los 50 y 60, fueron presionados por el Gobierno y la Iglesia católica para que se asentaran en comunidades fijas. Gran parte de su tierra fue confiscada, y la caza del caribú estrictamente regulada.
Su modo de vida se desestabilizó por completo: las consecuencias humanas fueron desastrosas.
© Georg Henriksen
Los hombres y mujeres innus , cuyas vidas habían sido activas e independientes, en armonía con el mundo natural, se hicieron sedentarios y se deprimieron gravemente.
Las tasas de diabetes, alcoholismo y suicidio se dispararon y su autoestima se desplomó.
Hace unos años, cuando un hombre innu iba a los servicios sociales y le preguntaban por su trabajo, respondía “cazador”, cuenta el hombre innu Jean-Pierre Ashini. Ahora, dice “desempleado”.
© Joanna Eede/Survival
En el invierno de 2009, “Gigante”, un hombre innu de la comunidad de Sheshatshiu con un historial de alcoholismo, tuvo un sueño en el que su abuelo le habló.
Levántate y ayuda a tu pueblo, le dijo a su nieto. Levántate y camina.
Para los innus, los sueños son muy significativos. Gigante dejó de beber, cogió su trineo y caminó sobre las heladas aguas de Atatshuinapek (Lago Melville), a lo largo de las rutas de sus antepasados.
© Joanna Eede/Survival
Durante tres años, Gigante anduvo casi 4.000 km. Para enero de 2012 ya había inspirado a caminantes de distintas comunidades de todo Quebec y Labrador para unirse a él en la etapa final del viaje.
Su objetivo era generar conciencia sobre el creciente problema de diabetes de su pueblo y hacer que los jóvenes innus volvieran a conectar con nutshimit (la naturaleza).
Se piensa que aproximadamente el 15% de su comunidad sufre dicha enfermedad, como resultado de la obesidad, el alcoholismo, una dieta pobre y la inactividad. Imagínate, en diez años toda la comunidad podría tener diabetes, explica Gigante. Todo el mundo podría perder una extremidad.
© Alex Andrew
Durante seis horas al día, los caminantes recorrieron lagos helados y valles fluviales bordeados de abetos, donde los lobos grises siguen la migración de los caribúes, y hacia la tundra rocosa de los altos Barren Grounds, hogar de los innus mushuaus.
© Joanna Eede/Survival
La afinidad del pueblo innu con nutshimit se encuentra en la raíz de su identidad.
Tienen un conocimiento íntimo de sus plantas y animales: la savia dorada de los abetos, por ejemplo, se utiliza como pegamento para la construcción de canoas, como ungüento para las quemaduras del sol y como chicle.
La tierra es tu vida, dice el anciano innu George Rich. Sin ella, no eres nada; todo lo que está conectado con la tierra es un símbolo de lo que eres como ser humano.
© Joanna Eede/Survival
Barreras de pinos protegían las tiendas frente a los fríos vientos del noroeste.
Los lugares donde acampar eran elegidos por los Ancianos: hombres que habían crecido en nutshimit y que habían aprendido técnicas de caza tradicionales de sus padres y abuelos.
La vida en la naturaleza fue mi escuela, dijo el Anciano Gregoire Gabriel. Mi abuela me enseñó a cocinar conejo. Usábamos guadañas y hacíamos velas con la grasa del caribú.
Como niño innu, mi preparación comenzó allí.
© Joanna Eede/Survival
Con la caída del sol caen también rápidamente las temperaturas en Mushuau Shipu (George River).
George River es el hogar del rebaño de renos más grande del mundo. Áreas muy grandes de los terrenos por los que se mueve el rebaño se han visto recientemente perturbadas por proyectos como la minería de hierro y la construcción de carreteras.
El rebaño, que antaño llegó a tener entre 800 y 900.000 animales, solo tiene 74.000 en la actualidad.
© Joanna Eede/Survival
Dentro de una tienda tradicional innu, un horno de láminas metálicas se alimenta toda la noche con madera seca de enebro.
Las ramas de abeto, dispuestas en un complicado diseño sobre el suelo, proporcionan aislamiento frente al frío.
© Joanna Eede/Survival
Plumas de perdiz nival sobre la nieve manchada de sangre de caribú y salpicada de huellas de husky.
La naturaleza es nuestro alimento, explicó el Anciano innu Joe Pinette. Cazamos y ponemos trampas. Es lo que hacen los innus.
© Joanna Eede/Survival
Los innus deben compartir escrupulosamente la carne y preservar cuidadosamente los huesos de las patas: tirarlos es una falta de respeto hacia kanipinikat sikueu, el espíritu “Señor” del caribú.
No se desaprovecha ninguna parte del caribú: la cornamenta se cuelga en lo alto de los árboles.
© Joanna Eede/Survival
Las mujeres innus excavan agujeros en el grueso hielo para pescar trucha de lago.
© Joanna Eede/Survival
El esnifado de gasolina es endémico entre los adolescentes innus.
Joel, de 15 años y el miembro más joven del viaje de Gigante, esnifa gasolina frecuentemente con sus amigos de la comunidad de Natuashish. En nutshimit, sin embargo, se sentía fuerte. La naturaleza me sienta bien. Me gusta estar sobrio, dijo.
En la naturaleza no hay drogas ni alcohol, explicó el Anciano Grégoire Gabriel. El modo de vida tradicional de los innus es sano.
© Joanna Eede/Survival
Rodeados de cajas de comida y botes de gas para el horno, el abrigo de uno de los caminantes da pistas sobre las tragedias que han sufrido tantas familias innus.
“Justin”, un adolescente innu de Natuashish, se suicidó hace poco.
Sus amigos estaban caminando a través del paisaje helado en su memoria.
© Joanna Eede/Survival
Amo la naturaleza; amo cada una de sus partes, dice Joachim Michel.
Mis antepasados solían caminar así. Aún puedo sentirlos aquí.
© Joanna Eede/Survival
El viaje de Gigante ha generado autoestima y orgullo colectivo en el hecho de ser innu, algo que el Gobierno y la Iglesia se esforzaron mucho en extinguir, dice Stephen Corry, de Survival International.
El excepcional espíritu de los innus es todavía fuerte, a pesar de las injusticias de los últimos años.
© Joanna Eede/Survival
Yo soy innu. La tierra es mi vida.
Cuando me adentro en la naturaleza, siento que voy a mi hogar, al lugar al que pertenezco.
El lugar de los innus.
Anciana Elizabeth Penashue.
© Alex Andrew
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