El último de su tribu
Por Fiona Watson, 2005
Imagina que vives completamente solo, en silencio total, siempre huyendo, siempre con miedo, invisible para el mundo. Así es el día a día de un hombre solitario en la Amazonia. Es el único superviviente de su tribu. No sabemos quién es, el nombre de su pueblo o qué lengua habla. Probablemente, su gente fue masacrada por los ganaderos que están invadiendo la región a toda máquina.
Caminar a través del pequeño pedazo de bosque en el que vive es sobrecogedor. Su presencia se percibe en todas partes y siento que vigila cada uno de nuestros movimientos. Mario y Pedro, nuestros guías indígenas, señalan uno de sus refugios de caza, hecho de hojas, y una palmera que ha talado para extraer el corazón de la planta.
Se lo conoce simplemente como “el último de su tribu”. Cava enormes hoyos, ya sea para atrapar animales o para esconderse en ellos. Aquí se ve el agujero (de casi dos metros de profundidad) en una pequeña maloca (casa) de paja que abandonó. Si te acercas demasiado, disparará una flecha como advertencia. El año pasado alcanzó a Tunio, que trabaja para FUNAI, el Departamento de Asuntos Indígenas de Brasil. Afortunadamente, Tunio se recuperó pronto. Entrar en la casa de alguien sin haber sido invitado da la sensación de estar cometiendo allanamiento de morada. Encontramos puntas de flecha talladas, calabazas para almacenar agua, nueces secas y una antorcha que ha hecho con resina. Su huerto está lleno de verduras, paw paw, mandioca y maíz. Probablemente venga por la noche, de incógnito, para recolectar la fruta cuando está madura. Debe haberle llevado días talar los árboles, él solo, para hacer hueco.
Pero nosotros no somos intrusos voyeurs: hay un motivo serio para nuestra visita. FUNAI quiere averiguar si sigue con vida, y monitorear la tierra para protegerla de invasores. Temen por su seguridad. Algunos de los ganaderos tienen la vista puesta en esta tierra y hay muchos pistoleros de gatillo fácil que no tendrían ningún problema en deshacerse de él a cambio del precio de una noche de fiesta en la ciudad. Por algo los brasileños llaman a Rondônia el estado “bang-bang”.
Estoy aquí porque quiero contar esta historia como parte de la campaña Indígenas no contactados de Survival, para defender los derechos de todos los pueblos indígenas no contactados del mundo.
Algunos meses después de mi visita recibo una buena noticia, ¡algo raro!: FUNAI ha decidido no contactar al “último de su tribu”, sino ampliar su minúsculo territorio en 3.000 hectáreas para darle más espacio y que tenga más animales que cazar. Espero que ahora tenga la oportunidad de vivir el resto de sus días en paz.