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Indígenas aislados de Brasil

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Las tierras de los indígenas de Brasil en peligro

En los 527 años que han transcurrido desde que los europeos llegaron a Brasil, los pueblos indígenas han experimentado el genocidio a gran escala y la pérdida de la mayor parte de su tierra. En la actualidad, Brasil sigue forjando agresivos planes para desarrollar e industrializar la Amazonia, incluso los territorios más remotos se encuentran ahora en peligro.
Desde la selva amazónica hasta el bosque atlántico y áreas urbanas, viven por todo el país con formas de vida muy diferentes.

Muchos se ven amenazados por la invasión y el robo de sus territorios, de los que dependen para sobrevivir.

Indígenas aislados de Brasil

Mujer yanomami, Brasil. © Fiona Watson/Survival

La Amazonia brasileña es el hogar del mayor número de pueblos indígenas no contactados del planeta. Según la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) se piensa que hay al menos 100 grupos de indígenas aislados en la selva.

Su decisión de no mantener contacto con otros pueblos indígenas o con foráneos se debe, casi con certeza, a los desastrosos encuentros previos y a la invasión y destrucción continua de la selva, su hogar.

Por ejemplo, los grupos no contactados que viven en el estado de Acre son probablemente los supervivientes de la fiebre del caucho, que supuso la esclavización de muchos indígenas.

Es probable que los que sobrevivieron huyeran remontando los cursos de los ríos. Los recuerdos de las atrocidades cometidas contra sus ancestros aún pueden estar muy vivos.

Se sabe muy poco de estos pueblos. Lo que sí sabemos es que desean permanecer sin contactar: han disparado sus flechas tanto a foráneos como a aviones o, simplemente, han evitado el contacto adentrándose aún más en la selva.

Algunos, como los awás no contactados, son cazadores-recolectores nómadas que continuamente se desplazan por la selva, pueden construir una casa en unas horas y abandonarla unos días después.

Indígenas aislados muestran una actitud defensiva. Foto aérea, Brasil, 2008. © G. Miranda/FUNAI/Survival

Otros pueblos más asentados viven en casas comunales y plantan mandioca y otros cultivos en claros de la selva, además de cazar y pescar.

En Acre podrían vivir hasta 600 indígenas en cuatro grupos diferentes. Aquí viven en relativa tranquilidad en varios territorios que han sido demarcados y que, en su mayor parte, han permanecido intactos.

Quizás unos 300 indígenas no contactados vivan en Massacó (Rondônia).

Usan arcos y flechas enormes —se ha encontrado un arco que medía más de 4 metros— muy similares en tamaño y en diseño a los del pueblo indígena sirionó, de la vecina Bolivia.

Está claro que les gusta comer tortuga: se han encontrado montones de caparazones en campamentos abandonados.

Sin embargo, otros grupos no contactados están tambaleándose al borde de la extinción con tan solo un puñado de individuos.

Estos grupos tan pequeños y fragmentados viven sobre todo en los estados de Rondônia, Mato Grosso y Maranhão y son los supervivientes de brutales robos de tierras, cuando eran el blanco de madereros, terratenientes y otros por los que fueron asesinados.

Hoy día aún son deliberadamente perseguidos y cazados y las selvas donde viven están siendo rápidamente destruidas.


El funcionario de la FUNAI José Carlos Meirelles
muestra unas flechas de indígenas aislados.
© Gleison Miranda/FUNAI

Los proyectos para construir enormes presas y carreteras, que son parte del programa gubernamental de “crecimiento acelerado”, suponen grandes amenazas.

Las presas de Jirau y San Antonio, construidas sobre el río Madeira, están muy próximas a varios grupos de indígenas no contactados.

Un informe reciente afirma que algunos de ellos están abandonando su tierra debido al ruido y la contaminación generadas por dichas construcciones.

Todos ellos son extremadamente vulnerables ante enfermedades como la gripe o un resfriado común, transmitidas por los foráneos y para las que no tienen inmunidad: buenas razones para evitar el contacto.

Pero incluso en este escenario tan desalentador, hay historias excepcionales. Karapiru, un hombre awá, sobrevivió al ataque de un asesino a sueldo y durante diez años vivió solo, escondiéndose en la selva, hasta que finalmente estableció contacto con unos colonos y ahora vive con otros awás.

Los pueblos indígenas aislados de Brasil deben ser protegidos y sus tierras reconocidas antes de que ellos, y las selvas de las que dependen, desaparezcan.

Amenazas

Una y otra vez, el contacto ha resultado desastroso para los pueblos indígenas no contactados de Brasil.

Estos pueblos tan aislados no han desarrollado inmunidad ante las enfermedades que son comunes en otros lugares y por eso son tan vulnerables.

No es extraño que el 50% de un pueblo indígena haya sido aniquilado durante el primer año de contacto, por enfermedades como el sarampión o la gripe.

La población de los matis se vio reducida a la mitad tras el contacto, cuando jóvenes y ancianos, incluidos la mayoría de los chamanes, murieron por enfermedades introducidas.

El conflicto y los enfrentamientos violentos son los resultados más comunes de la actividad económica en áreas donde viven los pueblos indígenas aislados.

Dichos conflictos han provocado la muerte de algunos foráneos y de muchos más indígenas.

Los "últimos cuatro supervivientes akuntsus ":/indigenas/akuntsu sufrieron ataques brutales, fueron testigos de la masacre de sus parientes y vieron sus hogares destruidos con excavadoras (topadoras) por los terratenientes.

No son desconocidos

En todo el mundo existen pueblos indígenas que viven sin contacto con la sociedad nacional ni con otros pueblos indígenas.

Esto no significa que sigan siendo “desconocidos” o que no hayan cambiado a lo largo de los años. Se conoce a la mayoría y, aunque están aislados, todos se adaptan de forma constante a sus circunstancias cambiantes.

Mujer indígena jururei no contactada en el territorio indígena Urueu Wau Wau (Rondônia, Brasil). © Rogerio Vargas/Survival

Muchos mantienen contacto ocasional, a veces hostil, con pueblos indígenas vecinos. Son muy conscientes de otras sociedades que hay a su alrededor.

Los grupos indígenas vecinos y la FUNAI (el departamento de asuntos indígenas del Gobierno) a menudo conocen dónde se encuentran estos grupos aproximadamente.

Desde 1987, la FUNAI dispone de un departamento dedicado a los indígenas aislados. Su política es entrar en contacto solo en los casos en los que la supervivencia de dichos indígenas está en peligro inminente.

Si no es así, no se intenta el contacto. En su lugar, la FUNAI trata demarcar y proteger sus tierras de los invasores con puestos de protección.

Los indígenas aislados deben tener el derecho a decidir si viven en aislamiento o no. Pero para ejercer su derecho, necesitan tiempo y espacio.

© FUNAI/Survival

Solo sobrevivirán si su tierra, a la que tienen derecho según el derecho nacional e internacional, es protegida. Se les debería permitir vivir en paz, libres del miedo a ser exterminados o a contactos desastrosos.

El contacto solo debería ocurrir cuando y donde los indígenas aislados decidan que están preparados para ello.

Los últimos

La población de algunos pueblos indígenas aislados se ha visto reducida drásticamente a unos pocos supervivientes. Estos son algunos de los más amenazados.

El “último de su pueblo”

Casa y jardín del “último de su tribu” donde cultiva mandioca y otros vegetales. © Survival

Se cree que este hombre solitario es el último superviviente de su pueblo, probablemente masacrado por los terratenientes ganaderos que ocuparon la región de Tanaru, en el estado de Rondonia.

Vive solo en una huida constante.

No sabemos cómo se llama, a qué pueblo indígena pertenece o qué idioma habla.

También se le conoce como “el hombre del agujero” por los grandes agujeros que cava para atrapar animales o para esconderse en ellos.

Rechaza totalmente cualquier tipo de contacto.

La FUNAI ha delimitado un pedazo de selva para su protección, que está totalmente rodeado por terratenientes ganaderos.

A finales de 2009, fue perseguido sin piedad alguna por un asesino a sueldo. En el pasado, muchos terratenientes utilizaban asesinos a sueldo para matar indígenas no contactados en Rondônia.

Los piripkura, Mato Grosso

No sabemos cómo se llaman a sí mismos, pero sus vecinos, los indígenas gaviaos, les llaman los piripkuras o “el pueblo mariposa”, lo que describe la forma en que de manera continua se mueven por la selva. Hablan tupi-kawahib, una familia de idiomas que comparten con varios pueblos indígenas en Brasil.

Hombre piripkura durmiendo. © Jair Candor/FUNAI/Survival

Los piripkuras eran unos veinte individuos cuando la FUNAI los contactó por primera vez la década de 1980. Después del contacto, volvieron a la selva. Desde entonces, se ha vuelto a contactar con tres miembros de este pueblo indígena.

En 1998, dos hombres piripkuras, Mande-í y Tucan, salieron de la selva por propia voluntad. Uno de ellos estaba enfermo y fue hospitalizado.

Durante el breve tiempo que permaneció en el hospital habló de cómo en el pasado reciente su pueblo indígena era más numeroso y describió cómo habían sido masacrados por los blancos, y cómo él y su único compañero anduvieron por la selva cazando, pescando y recolectando.

Hay un verdadero riesgo de genocidio.Funcionario brasileño hablando sobre la situación apremiante de los piripkura

No sabemos si hay otros supervivientes piripkuras, pero Mande-í y Tucan están en grave peligro y sus tierras son continuamente invadidas por madereros ilegales que bloquean sus senderos de la selva para evitar que puedan cazar.

La FUNAI ha firmado una orden temporal que prohíbe el desarrollo de actividades económicas y la entrada en la tierra de los piripkura sin permiso. Pero, salvo que el Gobierno actúe de modo urgente para cartografiar y ratificar legalmente sus tierra, los últimos supervivientes piripkuras conocidos puede que desaparezcan para siempre.

Los kawahiva del río Pardo, Mato Grosso

Se sabe poco de este pueblo indígena, pero se cree que pertenece al grupo de los kawahivas. La FUNAI estimaba que eran unos 50 individuos hace unos años, pero hoy día puede que sean incluso menos.

Hogar de indígenas aislados abandonado apresuradamente, río Pardo, Brasil © FUNAI

Se piensa que dejaron de tener hijos porque siempre están huyendo de madereros y otros intrusos.

Como siempre están escapando, no pueden cultivar y se ven obligados a depender solo de la caza y la pesca.

Su tierra aún no ha sido protegida y, por lo tanto, su supervivencia como pueblo corre un serio peligro. Su selva está siendo invadida por madereros, muchos de los cuales operan desde Colniza, una de las ciudades fronterizas de Brasil más violentas en una de las regiones más deforestadas de la Amazonia.

En un giro inesperado, un fiscal federal ha iniciado una investigación sobre el genocidio de estos kawahivas. Según Naciones Unidas, el crimen de genocidio se define como “infligir deliberadamente en un grupo condiciones de vida con la intención de destruirlo, total o parcialmente”.

Las evidencias sugieren que los madereros han perseguido de modo deliberado a los kawahivas y les han forzado a abandonar sus hogares y vivir a la carrera.

Los korubos del valle del Javarí

En la frontera entre Brasil y Perú, el valle del Javarí es el hogar de siete pueblos indígenas contactados y de unos siete grupos no contactados, una de las mayores concentraciones de pueblos indígenas aislados en Brasil.

Mujer korubo con su hijo en el valle del Javarí cuando se produjo el contacto. © Erling Soderstrom/Survival

Uno de ellos, el de los korubos, es conocido en la zona como el de los “caceteiros” o “los hombres de los palos” por los largos palos que usan para protegerse.

En 1996, la FUNAI contactó con un grupo de treinta korubos que se habían separado del grupo principal, que continúa sin ser contactado y que reiteradamente evita el contacto con los pueblos de los alrededores.

Las enfermedades mortales contraídas a través de los foráneos están afectando a los grupos contactados en su territorio y se teme que puedan transmitirse a otros grupos no contactados con consecuencias trágicas.

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