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En riesgo de resultar diezmados por enfermedades y el robo de sus tierras
En lo más profundo de la selva amazónica de Brasil viven personas que no tienen contacto con el mundo exterior.
Madereros y agricultores ilegales invaden sus tierras y propagan enfermedades.
No sobrevivirán a menos que esto pare.
La Amazonia brasileña es el hogar del mayor número de pueblos indígenas no contactados del planeta. Según la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) se han contabilizado al menos 114 grupos de indígenas no contactados en la selva amazónica brasileña.
Su decisión de no mantener contacto con otros pueblos indígenas o con foráneos se debe, casi con certeza, a los desastrosos encuentros previos y a la invasión y destrucción continua de la selva, su hogar.
Por ejemplo, los grupos no contactados que viven en el estado de Acre son probablemente los supervivientes de la fiebre del caucho, que supuso la esclavización y muerte de muchos indígenas.
Es probable que los que sobrevivieron huyeran remontando los cursos de los ríos. Los recuerdos de las atrocidades cometidas contra sus ancestros aún pueden estar muy vivos.
Se sabe muy poco de estos pueblos. Lo que sí sabemos es que desean permanecer sin contactar: han disparado sus flechas tanto a foráneos como a aviones o, simplemente, han evitado el contacto adentrándose aún más en la selva.
También sabemos que algunos, como los awás no contactados, son cazadores-recolectores nómadas que continuamente se desplazan por la selva, pueden construir una casa en unas horas y abandonarla unos días después.
Y que otros pueblos más asentados viven en casas comunales y plantan mandioca y otros cultivos en claros de la selva, además de cazar y pescar.
Varios grupos usan arcos y flechas enormes: ¡se ha encontrado un arco que medía más de 4 metros, muy similares en tamaño y en diseño a los del pueblo indígena sirionó, de la vecina Bolivia!
Y por lo que parece, a unos cuantos pueblos indígenas no contactados les gusta comer tortuga, ya que se han encontrado montones de caparazones en campamentos abandonados.
Sin embargo, otros pueblos indígenas no contactados se tambalean al borde de la extinción con tan solo un puñado de supervivientes...
Estos grupos tan pequeños y fragmentados viven sobre todo en los estados de Rondônia, Mato Grosso y Maranhão, y han sobrevivido a brutales invasiones de sus tierras, cuando eran el blanco de madereros, terratenientes y otros.
Hoy día aún son deliberadamente asesinados y las selvas donde viven están siendo rápidamente destruidas.
El funcionario de la FUNAI José Carlos Meirelles
muestra unas flechas de indígenas aislados.
© Gleison Miranda/FUNAI
Los proyectos para construir enormes presas y carreteras suponen grandes amenazas.
Todos ellos son extremadamente vulnerables a las enfermedades comunes, ya que carecen de resistencia inmunológica. Las enfermedades propagadas por foráneos, como la gripe o el resfriado común, pueden matar a estos indígenas. Esta es una buena razón para evitar el contacto.
Pero incluso en este escenario tan desalentador, hay historias excepcionales de supervivencia. Karapiru, un hombre awá, sobrevivió al ataque de un asesino a sueldo y durante diez años vivió solo, escondiéndose en la selva, hasta que finalmente estableció contacto con unos colonos y se fue a vivir con otros awás. Karapiru falleció por Covid en 2021.
Los pueblos indígenas no contactados de Brasil deben ser protegidos y sus derechos y sus territorios reconocidos antes de que ellos, junto a las selvas de las que dependen, sean exterminados.
Amenazas
Una y otra vez, el contacto con la sociedad dominante ha resultado desastroso para los pueblos indígenas no contactados de Brasil.
Estos pueblos tan aislados no han desarrollado inmunidad ante las enfermedades que son comunes en otros lugares y por eso son tan vulnerables a contactos con personas ajenas a sus grupos.
No es extraño que un 50% de un pueblo indígena resulte aniquilado durante el primer año de contacto, por enfermedades como el sarampión o la gripe.
La población de los matis se vio reducida a la mitad tras el contacto, cuando jóvenes y ancianos, incluidos la mayoría de los chamanes, murieron por enfermedades introducidas por no indígenas.
El conflicto y los enfrentamientos violentos son los resultados más comunes de la actividad económica en áreas donde viven los pueblos indígenas aislados.
Dichos conflictos han provocado la muerte de algunos foráneos y de muchos más indígenas.
Los tres últimos supervivientes del pueblo akuntsu fueron testigos de la masacre de sus compañeros, vieron cómo terratenientes demolían sus casas y estuvieron a punto de morir tras sufrir brutales ataques.
No son desconocidos
En todo el mundo existen pueblos indígenas que viven sin contacto con la sociedad dominante ni con otros pueblos indígenas.
Esto no significa que sigan siendo “desconocidos” o que no hayan cambiado a lo largo de los años. Se conoce a la mayoría y, aunque están aislados, todos se adaptan de forma constante a sus circunstancias cambiantes.
Los pueblos indígenas no contactados son conocedores de otras sociedades que hay a su alrededor. Muchos mantienen contacto ocasional, a veces hostil, con pueblos indígenas vecinos.
Los grupos indígenas vecinos y la FUNAI (el departamento de asuntos indígenas del Gobierno) a menudo conocen dónde se encuentran estos grupos aproximadamente.
Desde 1987, la FUNAI dispone de un departamento dedicado a los indígenas no contactados. Su política es entrar en contacto solo en los casos en los que la supervivencia de dichos indígenas está en peligro inminente.
Si no es así, no se intenta el contacto. En su lugar, la FUNAI trata demarcar y proteger sus tierras de los invasores con la instalación de puestos de protección en regiones próximas.
Los indígenas no contactados deben tener el derecho a decidir si viven en aislamiento o no. Pero para ejercer su derecho, necesitan tiempo y espacio, y que se garanticen sus derechos territoriales siempre.
Solo sobrevivirán si su tierra, a la que tienen derecho según el derecho nacional e internacional, es protegida. Se les debería permitir vivir en paz, libres del miedo a ser exterminados o a contactos desastrosos.
El contacto solo debería ocurrir cuando y donde los indígenas aislados decidan que están preparados para ello.
Los últimos
La población de algunos pueblos indígenas aislados se ha visto reducida drásticamente a unos pocos supervivientes. Estos son algunos de los más amenazados.
El “último de su pueblo”, Rondonia
Se cree que este hombre solitario ha sido el último superviviente de su pueblo, que probablemente fue masacrado por los terratenientes ganaderos que ocuparon la región de Tanaru, en el estado de Rondonia.
No sabemos cuál era su nombre, a qué pueblo indígena pertenecía o qué idioma hablaba. También se le conocía como “el hombre del agujero” por los grandes agujeros que cava para atrapar animales o para esconderse en ellos. Rechazaba totalmente cualquier tipo de contacto.
La FUNAI delimitó un pedazo de selva para su protección, pero a pesar de ello la zona está totalmente rodeada por terratenientes ganaderos.
A finales de 2009, fue perseguido sin piedad alguna por un asesinos a sueldo. En el pasado, muchos terratenientes utilizaban sicarios para matar a indígenas no contactados en Rondônia.
En agosto de 2022, tras casi 30 años viviendo solo y huyendo constantemente del contacto, el "último de su pueblo" falleció, aparentemente por causas naturales.
Los piripkuras, Mato Grosso
No sabemos cómo se llaman a sí mismos, pero sus vecinos, los indígenas gaviaos, les llaman los piripkuras o “el pueblo mariposa”, lo que describe la forma en que de manera continua se mueven por la selva. Hablan tupi-kawahib, una familia de idiomas que comparten con varios pueblos indígenas en Brasil.
Los piripkuras eran unos veinte individuos cuando la FUNAI los contactó por primera vez la década de 1980. Después del contacto, volvieron a la selva. Desde entonces, se ha vuelto a contactar con tres miembros de este pueblo indígena.
En 1998, dos hombres piripkuras, Baita y Tamandua, salieron de la selva por propia voluntad. Uno de ellos estaba enfermo y fue hospitalizado.
Durante el breve tiempo que permaneció en el hospital habló de cómo en el pasado reciente su pueblo indígena era más numeroso y describió cómo habían sido masacrados por los blancos, y cómo él y su único compañero anduvieron por la selva cazando, pescando y recolectando.
No sabemos si hay otros supervivientes piripkuras, pero Baita y Tamandua están en grave peligro y sus tierras son continuamente invadidas por madereros ilegales que bloquean sus senderos de la selva para evitar que puedan cazar.
La FUNAI ha firmado una orden temporal que prohíbe el desarrollo de actividades económicas y la entrada en la tierra de los piripkuras sin permiso. Pero, salvo que el Gobierno actúe de modo urgente para cartografiar y ratificar legalmente sus tierra, los últimos supervivientes piripkuras conocidos podrían ser exterminados.
Los kawahivas del río Pardo, Mato Grosso
Se sabe poco de este pueblo indígena, pero se cree que pertenece al grupo de los kawahivas. La FUNAI estimaba que eran unos 50 individuos hace unos años, pero hoy día puede que sean incluso menos.
Se piensa que dejaron de tener hijos porque siempre están huyendo de madereros y otros intrusos.
Como siempre están escapando, no pueden cultivar y se ven obligados a depender solo de la caza y la pesca.
Su tierra aún no ha sido protegida y, por lo tanto, su supervivencia como pueblo corre un serio peligro. Su selva está siendo invadida por madereros, muchos de los cuales operan desde Colniza, una de las ciudades fronterizas de Brasil más violentas en una de las regiones más deforestadas de la Amazonia.
Los korubos del valle del Javarí
En la frontera entre Brasil y Perú, el valle del Javarí abriga la mayor concentración de pueblos indígenas no contactados de Brasil.
A uno de ellos, el de los korubos, se le conoce en la zona como el de los “caceteiros” o “los hombres de los palos” porque utilizan un arma de madera llamada “borduna” para protegerse.
En 1996, la FUNAI contactó con un grupo de treinta korubos que se habían separado del grupo principal, que continúa sin ser contactado y que reiteradamente evita el contacto con los pueblos de los alrededores.
Las enfermedades mortales contraídas a través de los foráneos están afectando a los grupos contactados en su territorio y se teme que puedan transmitirse a otros grupos no contactados con consecuencias trágicas.
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