El futuro de las tribus aisladas de Perú, amenazado por un proyecto gasístico
Viven a menos de 100 kilómetros de Machu Picchu. Ahora, sin embargo, el futuro de los indígenas aislados que viven en el corazón del antiguo imperio Inca están en peligro a causa de la extracción de hidrocarburos.
Cuando las primeras luces de la mañana atraviesan las paredes de Intipunku, la Puerta del Sol, la mayoría de los excursionistas ven Machu Picchu por primera vez.
Cada año, cerca de un millón de turistas visitan la ciudadela inca. Situada en lo alto de un risco en la parte oriental del los Andes, preside sobre el valle del Urubamba, también conocido como el Valle Sagrado de los Incas. Machu Picchu es el yacimiento arqueológico más famoso de Perú; el corazón mismo del imperio Inca.
Y sin embargo muy pocos visitantes saben que a apenas 100 km de las ruinas de terrazas, escaleras y templos de granito viven algunos de los últimos pueblos indígenas aislados del planeta.
Muy pocos turistas saben que, en la actualidad, estas tribus se encuentran en peligro de extinción.
© Icelight/Wikicommons
Los hogares ancestrales de los indígenas se hallan en una zona conocida como el Parque Nacional del Manu, una región con tanta biodiversidad que fue convertida en lugar Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1987.
El parque está bordeado por la Reserva Nahua-Nanti, donde viven los indígenas nahuas y nantis y los miembros no contactados de los matsigenkas.
Desde hace mucho, los pueblos indígenas de la región han recibido un trato brutal a manos de los invasores que ansían explotar los recursos naturales de sus tierras.
A finales del siglo XIX, el “barón del caucho” Carlos Fermín Fitzcarrald abrió el camino a la zona cuando cruzó la línea divisoria de aguas de lo que ahora se conoce como el Istmo de Fitzcarrald, un paso terrestre que separa las cuencas de los ríos Urubamba y Madre de Dios.
Su voraz búsqueda del caucho llevó a la esclavitud y a la muerte de incontables indígenas.
© Anon/Survival
El río Urubamba es uno de los principales afluentes del Amazonas.
Durante los años 80, Shell Oil comenzó a explorar petróleo y gas en el interior de la selva virgen del valle.
Las exploraciones preliminares incluían la creación de senderos a través de un terreno hasta entonces inaccesible, que luego utilizaron con frecuencia los madereros para penetrar en la selva.
Los madereros trajeron con ellos enfermedades frente a las que los indígenas tenían poca o ninguna inmunidad.
Muchos miembros del pueblo indígena nahua, con los que se había establecido contacto por primera vez, sucumbieron a epidemias de enfermedades respiratorias: la mitad de la comunidad fue exterminada en unos pocos meses.
Antes de que llegaran los madereros no sabíamos lo que era un resfriado, dijo un hombre nahua. La enfermedad nos mató. La mitad de nuestra gente murió. La gente se moría por todas partes, como peces en un arroyo que ha sido envenenado.
Los cadáveres se pudrían en las orillas de los arroyos, en la selva, en sus casas. Se los comían los buitres.
¡Esa terrible enfermedad!
© Glenn Shepard (www.ethnoground.blogspot.co.uk)
Las exploraciones de Shell dieron lugar al descubrimiento de los campos de gas de Camisea.
Los vastos campos están situados en el valle del Bajo Urubamba, justo en el centro de la Reserva Nahua-Nanti, e incluyen dos gasoductos que atraviesan la selva en su camino hacia la costa pacífica.
La extracción de gas comenzó en 2004. En la actualidad, Camisea es operado por un consorcio de empresas entre las que se encuentran la española Repsol, la argentina Pluspetrol y la estadounidense Hunt Oil de Texas, y el proyecto está valorado en 1.600 millones de dólares.
© A. Goldstein/Survival
Un grupo de nahuas viajaron a Lima en 2003, para advertir al Gobierno sobre los peligros que las concesiones de hidrocarburos representaban para sus tierras y sus gentes.
En el pasado Shell trabajó aquí y la mayoría de los nuestros murieron a causa de las enfermedades, dijeron. Sabemos que si viene otra empresa, nuestros ríos y nuestra tierra serán destruidos.
¿Qué comeremos cuando los ríos estén muertos y los animales hayan huido? No queremos que las empresas trabajen aquí.
Queremos agua limpia y una vida pacífica.
© Johan Wildhagen
A pesar de las tragedias causadas por la búsqueda de recursos en las tres últimas décadas, y de las graves advertencias de los propios indígenas, el consorcio Camisea propuso nuevos planes para expandir el faraónico proyecto de gas todavía más adentro de una reserva propuesta.
Aunque el enorme riesgo para las vidas de los indígenas no contactados ha sido reconocido por las empresas de hidrocarburos y por el Gobierno peruano, el Ministerio de Cultura de Perú, encargado de la protección de los derechos de los pueblos indígenas, aprobó los planes el pasado mes de enero de 2014.
¿Dónde va a acabar esto?, se pregunta Stephen Corry, director de Survival International. Con este paso el Gobierno permite que se excaven más pozos, que se hagan más pruebas sísmicas, más helicópteros y aún más contaminación.
En resumen, está poniendo una vez más a los indígenas en peligro, y potencialmente permitiendo que la historia se repita.
© Survival
En mayo de 2012, unas informaciones aún no confirmadas apuntaban a que varios niños matsigenkas podrían haber muerto debido a un envenenamiento producto de un vertido de gas, y a que varios adultos estaban muy enfermos.
Los procesos caóticos de desarrollo han desencadenado drásticos problemas sociales y ecológicos, explicó a Survival recientemente el etnobotánico Glenn Shephard, que trabaja con los indígenas desde hace años.
Ni el Gobierno de Perú ni las empresas gasísticas pueden ahora asegurar, de buena fe, que hayan aprendido de las trágicas lecciones del pasado.
© G Shepard/ Survival
En febrero de 2013, se filtró un informe que sacó a la luz los planes secretos del gigante gasístico argentino Pluspetrol para expandir sus operaciones actuales en el lote 88 dentro de “Fitzcarrald”
Irónicamente nombrado “Fitzcarrald”, como el barón del caucho, esta nueva explotación fue planificada al este del lote 88 de Camisea. El lote se situaría en el Istmo de Fitzcarrald. Su emplazamiento partiría en dos la Reserva Nahua-Nanti para indígenas aislados y no contactados y pondría a dichos pueblos en peligro inminente.
A raíz de la campaña de Survival contra la explotación Fitzcarrald, Pluspetrol emitió un comunicado en el que admitía estar planeando lo que describió como “estudios geológicos superficiales… por interés científico”, y prometía abandonar sus planes.
© Survival
Los trabajadores del proyecto Camisea se desplazan hasta la región en helicóptero; su estruendo ahuyenta a los animales de caza de los que dependen los indígenas.
Oímos los helicópteros constantemente, dice José Choro, un antiguo líder nahua. Nuestros animales se han marchado, y no hay peces.
AIDESEP, la organización nacional indígena de Perú, asegura que el Proyecto Camisea es una amenaza para la integridad física, cultural, territorial y medioambiental de los pueblos indígenas.
© A. Goldstein/Survival
Los nantis son cazadores que también cultivan algunos alimentos en sus huertos.
Durante la estación seca en la selva, cuando el nivel del agua es bajo y se forman playas en los meandros de los ríos, las familias acampan en las orillas. Aprovechan el bajo nivel del agua para pescar y desenterrar huevos de tortuga. Capturan a los peces utilizando barbasco, un veneno natural.
Los hombres cazan animales como tapires, pecaríes, monos y ciervos, y llegan a caminar hasta 24 kilómetros al día, mientras que las mujeres recolectan frutos silvestres, corazones de palma y larvas de escarabajos.
© Unknown/Survival
Amanecer en el alto Manú, cuando las bandadas de guacamayos de verdes alas dan lengüetazos a la arcilla de los acantilados.
Durante generaciones, las tribus de la reserva han desarrollado una íntima relación con su hogar en la selva y amasado un conocimiento enciclopédico sobre su flora y fauna.
Los matsigenkas conocen más de 300 plantas medicinales para tratar enfermedades comunes, explica Glenn Shephard, así como otras para ahuyentar las pesadillas, evitar que los bebés lloren por la noche y mejorar las habilidades de los perros de caza.
© Glenn Shephard
El Parque Nacional de Manú también es el hogar de pueblos indígenas aislados como los mashco-piros nómadas.
Los mashco-piros son, casi con toda seguridad, los descendientes de los ocupantes originarios del Alto Manú.
Diezmados por los ataques de Fitzcarrald, muchas tribus se vieron obligadas a abandonar la agricultura y forzadas a aislarse.
© Jean-Paul Van Belle
Los hogares temporales de los mashco-piros están construidos con hojas de palma.
No se sabe mucho sobre los indígenas aislados, salvo el hecho de que al mundo exterior le han dejado muy claro que quieren que se los deje en paz.
A veces reaccionan con agresividad como medio de defender su territorio, o dejan signos en la selva adviertiendo a los foráneos de que se queden fuera.
© FENAMAD
Un profesor matsigenka recogió estas flechas en 2005 después de que un grupo de mashco-piros no contactados le lanzaran una lluvia de flechas para evitar que se acercara más.
Son reconocibles por sus guías, hechas con plumas de águila, las varas de caña silvestre y una envoltura de cordel hecho con la fibra de la cecropia a lo largo de la vara.
© G.Shepard/Survival
La normativa internacional reconoce la tierra de los indígenas peruanos como de su propiedad, así como su derecho a vivir como deseen.
El Gobierno de Perú no está respetando esta norma, como tampoco lo hacen las empresas que invaden la reserva nahua-nanti.
Los nuevos planes son una clara violación de un Decreto Supremo de 2003 que prohíbe cualquier nuevo desarrollo de recursos naturales dentro de la Reserva Nahua-Nanti, denuncia Stephen Corry.
© Shinai
El Valle Sagrado de los Incas se extiende hacia el norte.
La mayoría de las ciudades incas fueron destruidas con la conquista española, explica Stephen Corry. Por eso es tan profundamente irónico que, mientras el Gobierno emplea tanto tiempo y recursos en el respeto a los símbolos de su herencia indígena, no muestre el mismo tipo de respeto a sus pueblos indígenas vivientes.
Dicho claramente: las tierras de los indígenas aislados deben ser protegidas o también ellos serán exterminados, como el Imperio Inca lo fue a manos de los colonos del siglo XVII.
© Cgadbois/Wikicommons
En abril de 2013 simpatizantes de Survival International protestaron frente a embajadas y consulados de Perú en todo el mundo para pedir que se detenga la expansión del proyecto gasístico de Camisea.
El mundo prestó atención: más de 130.000 personas han firmado una petición de protesta de Survival contra Camisea, Naciones Unidas ha pedido la “inmediata suspensión” de la expansión y el Gobierno de Perú ha modificado los planes de ampliación para que su impacto en la reserva y sus habitantes indígenas sea menor.
Sin embargo, los test sísmicos y la invasión de la región por cientos de trabajadores han sido aprobados, y las vidas de los indígenas no contactados penden de un hilo.
Stephen Corry, director de Survival International, declaró: “Expandir el proyecto de Camisea hacia las profundidades del territorio de los indígenas aislados es algo extremadamente imprudente e irresponsable”.
© G Shepard/ Survival
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