Refugiados en nuestro propio país
En septiembre de 2013 una líder guaraní dirigió a su comunidad en la reocupación de su tierra ancestral. Survival relata su trágica pero inspiradora historia, con fotografías de Paul Patrick Borhaug.
Damiana Cavanha se encuentra al borde de una carretera brasileña. En su mano, una maraca azul de plumas hecha con una calabaza. Empieza a cantar. La basura se esparce por el suelo a su alrededor; tras ella se levantan los refugios construidos a base de chapa ondulada, láminas de plástico y lona.
Por la carretera los camiones circulan a toda velocidad; el ruido ahoga sus letanías.
© Fiona Watson/Survival
Damiana pertenece a la tribu guaraní-kaiowá. Se piensa que este pueblo indígena fue uno de los primeros en ser contactados cuando los europeos llegaron a Sudamérica.
© Paul Enkelaar
Hubo una vez en que ocuparon una tierra de bosque y llanuras en Brasil que se expandía por 350.000 km cuadrados. Los guaraníes cazaban libremente en su hogar, y plantaban yuca y maíz en sus huertos.
La tierra lo es todo para los guaraníes: les proporciona su medio de vida y da forma a sus lenguas y creencias. Es el lugar donde yacen enterrados sus ancestros y la herencia para sus hijos. Sin embargo, durante el último siglo casi todo su bosque les ha sido robado y transformado en inmensas y secas parcelas de haciendas ganaderas, campos de soja y plantaciones de la prominente caña de azúcar.
© Survival
Hace una década, los terratenientes ganaderos intimidaron a Damiana y a su familia, y la expulsaron de sus tierras ancestrales.
Desde entonces, la comunidad de Apy Ka’y ha vivido en condiciones degradantes junto a una carretera. El pasado 15 de septiembre, sin embargo, este grupo de guaraníes llevó a cabo una valiente “retomada” (reocupación) de la plantación de caña de azúcar que ha invadido su tierra ancestral.
Decidimos reocupar parte de nuestra tierra tradicional, donde hay un pozo de agua buena y restos de bosque, declaró Damiana tras la retomada. Ante las amenazas de muerte, la pérdida de nuestros familiares y tanto sufrimiento y dolor (…) por cuarta vez, decididos, volvemos a reocupar nuestra tierra.
© Survival
Hasta donde pueden recordar, los guaraníes han estado buscando el lugar que les revelaron sus ancestros, donde las personas viven libres de dolor y sufrimiento: un lugar al que llaman la tierra sin mal.
Pero no la encontraron allí, en ese terruño rojo que es tierra de nadie, donde las moscas revolotean en los sofocantes refugios y el agua contaminada se recoge en las botellas de plástico que arrojan los vehículos que circulan a toda velocidad por la carretera colindante.
© Rodrigo Baleia/Survival
La única fuente de agua de la comunidad guaraní Apy Ka’y está contaminada con químicos que se diseminan por las plantaciones de soja y caña de azúcar.
Cuando llovía, bebíamos agua sucia como los perros, dice Damiana.
© Paul Patrick Borhaug/Survival
En los últimos años, el marido de Damiana y tres de sus hijos han muerto atropellados en la carretera.
Están enterrados en su tierra ancestral, que ahora es una plantación de caña de azúcar cercada.
Damiana se ha expuesto a un gran peligro al traspasar la zona para poder rezar junto a sus tumbas.
© Paul Patrick Borhaug/Survival
Ellos eran mis tres guerreros, dice Damiana de sus hijos que murieron en la carretera.
La ubicación de sus tumbas fue un factor determinante en la decisión de Damiana de llevar a cabo la retomada.
Decidimos regresar a la tierra donde tres de nuestros niños están enterrados, explica.
© Paul Patrick Borhaug/Survival
En agosto de 2013 un incendio arrasó el campamento de Apy Ka’y, obligando a Damiana y a su comunidad a huir mientras su refugio ardía y sus posesiones se calcinaban entre las llamas.
Según se ha informado, el fuego comenzó en la plantación de caña de azúcar y el molino de São Fernando, que ocupan su tierra ancestral. No es la primera vez que el campamento de esta comunidad es devorado por las llamas: en septiembre de 2009 los pistoleros prendieron fuego a los asentamientos de Apy Ka’y y atacaron a miembros de la comunidad de Damiana.
Ahora los guaraníes dicen que el característico color rojizo de la tierra está teñido de la sangre derramada por su pueblo.
© Spensy Pimentel/Survival
La pérdida y destrucción de sus tierras está en la raíz del demoledor sufrimiento de los guaraníes.
Muchos han sucumbido a la angustia mental. Los datos revelan que desde el año 2000 cada semana se ha suicidado de media, al menos, un indígena guaraní. De acuerdo con el ministerio de Salud de Brasil, en 2012 se suicidaron 56 guaraníes (las cifras reales posiblemente sean mayores).
Los guaraníes se están suicidando porque no tenemos tierras, dijo un hombre guaraní. Ya no tenemos espacio. Antes éramos libres; ahora ya no somos libres. Por eso nuestros jóvenes miran a su alrededor y piensan que no queda nada y se preguntan cómo pueden vivir. Se sientan y piensan, olvidan, se pierden y al final se suicidan.
© Paul Patrick Borhaug/Survival
¡Nuestros refugios, ropa, comida, ollas, cubiertos y colchones se han quemado!, dice Damiana.
Lo hemos perdido todo, excepto nuestra esperanza por regresar a nuestra tierra ancestral.
© Paul Patrick Borhaug/Survival
Una retomada ha sido desde hace tiempo la esperanza y el consuelo de Damiana: la aspiración que la ha mantenido durante los brutales años de la expulsión, en medio del miedo, la humillación, la malnutrición, la pérdida, la enfermedad y el desprecio.
Es un acto peligroso. Otros guaraníes han sido asesinados por llevar a cabo una retomada. La siniestra presencia de pistoleros aparcados cerca de los refugios en jeeps tintados ha sido siempre un recordatorio constante del valor de la tierra en Brasil y del precio que la gente paga por sus acciones. Los guaraníes ya han recibido tres amenazas de muerte y dicen que han intentado envenenar el agua que beben al menos una vez.
© Simon Rawles/Survival
De igual modo que solo una delgada alambrada de pinchos ha separado el campamento de Apy Ka’y de la plantación de caña de azúcar que se apoderó de sus tierras, para los guaraníes entre el mundo exterior y el mundo interior solo existe una fina línea.
Su hogar es el pilar de su identidad: vivir desconectado de este es como habitar en el purgatorio.
Hemos decidido luchar y morir por nuestra tierra, afirmaba tajante Damiana después de llevar a cabo la retomada.
© Paul Patrick Borhaug/Survival
Survival International desarrolla una campaña para que las autoridades brasileñas demarquen el territorio guaraní como un asunto de máxima urgencia.
En 2012, Survival persuadió exitosamente al gigante petrolero Shell de sus planes de surtirse de caña de azúcar de tierras que les han sido robadas a los guaraníes, y también consiguió presionar a los jueces para que suspendieran una orden de expulsión que amenazaba con forzar a los guaraníes de la comunidad de Laranjeira Ñanderú a salir de su tierra.
No sorprende que los guaraníes estén tomando cartas en el asunto directamente, explica Stephen Corry, director de Survival International. Necesitan ayuda desesperadamente, o muy probablemente serán expulsados y atacados de nuevo.
© Sarah Shenker/Survival
Somos refugiados en nuestro propio país.
Damiana Cavanha.
© Fiona Watson/Survival
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