¡Éxito!
Esta página web se lanzó en abril de 2012 como parte de la campaña global de Survival para salvar a los awás. Dos años después, en abril de 2014, Survival, los awás y sus simpatizantes celebraron el éxito sin precedentes de la campaña que llevó al Gobierno de Brasil a expulsar a los madereros ilegales de la tierra de los awás.
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“En la ciudad nos sentimos tan inseguros como los forasteros en la selva”,
cuenta un hombre awá llamado Espada. Sin embargo, la densa selva amazónica que antaño cubría enormes extensiones del noreste de Brasil prácticamente ha desaparecido, y no para ser reemplazada por ciudades, sino por un páramo aparentemente infinito de haciendas ganaderas. El último reducto de esta otrora fantástica selva, una de las más antiguas del mundo, se encuentra allá donde los pueblos tribales han resistido frente a los avances de los ganaderos y madereros.Esta es la historia de un pueblo indígena, los cazadores-recolectores awás, y su extraordinaria historia de amor con su selva. Una historia de resistencia y destrucción, de esperanza y, tal vez, de supervivencia.
La mayoría de los awás siempre tiene la caza en mente.
“Cuando mis hijos tienen hambre, tan solo tengo que internarme en la selva y les encuentro comida”, explica Pecarí Awá. Las mujeres animan a sus maridos a que regresen con abundante carne de caza, y los hombres les hacen caso. Aquellos awás que aún viven sin contacto en la selva cazan con arcos de dos metros de longitud. Las flechas, silenciosas, vuelan alto hacia las copas de los árboles, lo que les permite disparar varias veces antes de que los animales se percaten de la presencia de los cazadores.
Algunos awás sedentarizados han confiscado rifles a los furtivos y se han convertido en habilidosos tiradores. Pero todos los cazadores siguen contando con un arco cuidadosamente fabricado y un juego de flechas para cuando se acaba la munición.
Comida prohibida
La selva les proporciona su botín, pero no se lo llevan todo. Algunos animales, como la capibara y el águila harpía, son tabú y ningún awá se los comería. Dicen que si te comes un murciélago te dará dolor de cabeza. ¿El gran zorro de cuatro ojos? Huele mal. ¿Los colibríes? Demasiado pequeños. Otros animales solo pueden ser cazados en determinados momentos del año. Así los awás garantizan la supervivencia de toda la selva, y la suya propia.
Cazadores vs. agricultores
Los awás tienen un conocimiento muy profundo de la selva. Cada valle, arroyo y sendero está inscrito en su mapa mental. Saben dónde encontrar la mejor miel, cuáles de los grandes árboles de la selva darán frutos pronto y cuándo los animales están listos para la caza. Para ellos, la selva es la perfección: no pueden imaginar que se pueda desarrollar o mejorar más.
Como cazadores-recolectores nómadas, los awás están siempre en movimiento. Pero no vagan sin objeto, ya que es precisamente esta forma de vida la que alimenta ese vínculo fundamental con sus tierras. No pueden concebir el marcharse a otro lugar, el abandonar el hogar de sus antepasados.
“Los forasteros están llegando, y es como si estuvieran devorando nuestra selva”, dice Takia Awá. Para los forasteros –para nosotros- quedarse quieto es quedarse atrás.
La frontera siempre se está moviendo, empujada por las inquietas sociedades occidentalizadas que deben seguir avanzando hacia nuevos territorios simplemente para mantener su modo de vida.
Tal vez sea este otro tipo de nomadismo.
Auge y decadencia
El espectacular filón de recursos subterráneos de Brasil ha ayudado a impulsar su milagro económico. Tan solo bajo la mina de Carajás, 600 km al oeste del territorio awá, hay siete mil millones de toneladas de mineral de hierro. Es la mina de hierro más grande del planeta. Trenes de más de dos km de longitud, unos de los más largos del mundo, recorren día y noche el trayecto entre la mina y el océano Atlántico. A su paso circulan a tan solo algunos metros de distancia de la selva en la que aún viven los awás no contactados.
Cuando en los años 80 se construyeron los 900 km de esta vía ferroviaria, las autoridades decidieron contactar y sedentarizar a muchos awás a través de cuyas tierras pasaba el tren. Pronto tuvo lugar el desastre en forma de malaria y gripe: de las 91 personas que conformaban una comunidad, solo 25 seguían con vida cuatro años después.
En la actualidad el ferrocarril trae a foráneos hambrientos de tierra, de trabajo y de la accesible caza furtiva en el territorio de los indígenas.
Pero los colonos invasores no tienen por qué ser el fin de los awás. Otros pueblos indígenas de Brasil, como los yanomamis, también han sufrido devastadoras invasiones. Se recuperaron cuando el Gobierno se vio presionado a tomar medidas para proteger sus tierras.
Familia
“¡Paloma!”, exclamó una mujer awá llamada Periquito. “Llamémosla Paloma Awá, las palomas cantan y caminan sobre el suelo”.
Los awás esperan a que sus hijos alcancen la edad en la que se presenta un nombre adecuado antes de decidir cómo se llamarán. Otra de las hijas de Arakari’ĩa se llama Árbol Ka’awyra. A un niño awá especialmente inquieto le acaban de llamar Lombriz de Tierra.
Los indígenas son extraordinarios amos de mascotas: en la mayoría de las familias hay más mascotas que personas, desde coatíes parecidos a mapaches hasta jabalíes y zopilotes reales. Pero sin lugar a dudas, los monos son sus favoritos.
Conoce a sus mascotas
Periquito - Kiripia
Los periquitos son muy bellos pero sus gritos son como para romperte el tímpano. Los awás comparten frutas de la selva con ellos.
Capuchino - Kai'a
Los monos capuchinos son unas de las mascotas más traviesas, y están siempre gastando bromas a sus dueños.
Agutí - Akwyxia
Los agoutíes son los únicos animales que pueden abrir la dura cáscara de la nuez de Brasil. Pero este increíble mordisco no impide a las mujeres awás dar de mamar a las crías.
Búho - Urua
Estas criaturas nocturnas vigilan a los awás mientras atraviesan la selva de noche. Su camino está alumbrado por la luz que da la resina de árbol al quemarse.
Pecarí
Los pecaríes son muy mimosos de pequeños, pero crecen hasta convertirse en enormes y poderosos adultos... con afilados colmillos.
Coatí - Kwaxi
Los coatíes son parientes del mapache. Son expertos escaladores y les encanta compartir las hamacas con los humanos.
Mono tamarino
A los tamarinos les encanta jugar con los niños awás. Pequeña Mariposa, una niña awá, tiene un tamarino como mascota, y a menudo bromean el uno con el otro.
Adentrándonos en
el mundo de los espíritus
Podrías pensar que un ritual que se celebra en la selva en una noche de luna llena es algo siniestro. No así el viaje de los awás al reino de los espíritus de la selva: en su caso, se trata de una ocasión familiar. Los niños pequeños miran a las mujeres mientras decoran a sus maridos con plumas de zopilote real usando resina como pegamento.
Luego, a medida que sube el volumen de los cánticos de los adultos, los bebés se duermen bajo la luz de la luna. No hay drogas ni alcohol: tan solo con los cánticos los hombres caen en trance.
Podrías pensar que un ritual que se celebra en la selva en una noche de luna llena es algo siniestro. No así el viaje de los awás al reino de los espíritus de la selva: en su caso, se trata de una ocasión familiar. Los niños pequeños miran a las mujeres mientras decoran a sus maridos con plumas de zopilote real usando resina como pegamento.
Luego, a medida que sube el volumen de los cánticos de los adultos, los bebés se duermen bajo la luz de la luna. No hay drogas ni alcohol: tan solo con los cánticos los hombres caen en trance.
Una puerta a otro mundo
Durante el ritual, los hombres abandonan la Tierra y viajan al iwa, el dominio de los espíritus de la selva. Acceden a este lugar a través de una puerta que toma la forma de un refugio de caza, un portal entre dos mundos. Los hombres entran por turnos, y cuando llegan al iwa se encuentran con las almas de sus antepasados y con los espíritus de la selva.
La caza siempre es buena en el iwa, pues también es el hogar de los animales de la selva. Los que están ausentes, sin embargo, son los colonos (y los caballos, ganado y gallinas que han traído consigo).
Awás aislados
Los awás que viven sin contacto con foráneos son uno de los últimos pueblos indígenas aislados del planeta.
Como nómadas, llevan con ellos las cosas que necesitan cuando se trasladan: arcos y flechas, niños, mascotas. Todo proviene de la selva: los cestos hechos con hojas de palma, los aros de liana que usan para trepar a los árboles y la resina que queman para alumbrarse.
Posesiones materiales de un cazador nómada
Makỹa
Lazos hechos con lianas permiten a los awás trepar a los árboles más altos de la selva en busca de miel.
Manakũa
Tras una caza exitosa, los awás rápidamente confeccionan mochilas con hojas de palma tejidas.
Irapara, iwya
Las flechas de dos metros de longitud vuelan a gran altura hasta las copas de los árboles, guiadas por el emplumado de plumas de águila arpía.
Ikaha
Estas resistentes hamacas están hechas con fibras de palmera.
Tapãí
Los awás nómadas que aún viven aislados en la selva no construyen casas, sino refugios hechos de ramas y hojas de palma.
La tribu más vulnerable del mundo
A pesar de su enorme autosuficiencia, los indígenas aislados son también excepcionalmente vulnerables. Un resfriado común podría matar a un grupo entero, y si se encuentran con madereros ilegales, sus arcos y flechas no serán rivales para las pistolas de los invasores.Invasión
Los awás aislados siempre se están trasladando de un territorio de caza a otro. Pero ahora tienen otro motivo para seguir moviéndose.
No son solo los awás los que aprecian los monumentales árboles de la selva: su territorio está protegido legalmente, pero las bandas criminales de madereros ganan mucho dinero aquí. Solo la resistencia de los indígenas y la llegada de la estación lluviosa ralentiza su avance; el Gobierno apenas tiene presencia en la frontera.
Es el momento de actuar, no hay tiempo que perder
El trabajo de los madereros y de los ganaderos ha llegado a un punto crítico: ya se ha talado aproximadamente el 30% de una reserva awá protegida legalmente. La selva de los awás está desapareciendo a un ritmo mayor que el de cualquier otra zona indígena en Brasil.
El futuro
Cuando vio una ciudad por primera vez, Pequeña Estrella Awá pensó que los habitantes vivían en lo alto de los edificios, como los monos que duermen en las copas de los árboles. No entendía por qué algunas personas vivían en la calle y nadie les daba comida o refugio.
Si se tala su selva, los awás no tienen esperanza de sobrevivir como pueblo. Como dice Espada Awá, “si destruyes la selva, también destruyes a los awás”.
Pero mientras la selva siga en pie, todos los awás podrán decidir cómo quieren vivir y lo que quieren adoptar del mundo exterior.
Survival
Survival International es la única organización que trabaja defendiendo los derechos de los pueblos indígenas y tribales en todo el mundo. Nos financiamos casi por completo gracias a personas interesadas del público y algunas fundaciones, y no aceptamos dinero de ningún gobierno nacional. Tenemos simpatizantes en prácticamente todos los países del mundo. Durante 40 años, Survival ha ayudado a los pueblos indígenas y tribales a proteger sus vidas, tierras y derechos humanos.
Esta campaña no sería posible sin la colaboración de:
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y muchos miles de simpatizantes de Survival en todo el mundo. Gracias a todos y todas.